________Cuaderno Ð Madrona____

   

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Patrimonio arquitectónico

 

Camino de Riofrío

 

Como ya se especifica en otros apartados, hemos de diferenciar el Camino de Riofrío del Camino al Prado del Río Frío.

Aquí siempre hemos tenido, yo por lo menos, un poco de confusión con esto y a la hora de conversar se dice uno u otro muchas veces de forma aleatoria e incorrecta.

Puede que las imágenes nos ayuden a asimilar la diferencia.

Parte este camino de la carretera de La Losa, ahora rebajada en el plano de lo postal, a camino.

Discurre en paralelo, con el río entre medias, al Camino del Prado y llega hasta la Puerta de Madrona, del Real Bosque.

De su hermano, el del Prado, que llega hasta El Rastrillo ya hablaremos.

 

 

 

 

Parte, como vemos, de Camino de la Losa y mantiene varias constantes muy provechosas: su buen estado, su falta de desniveles y sus buenas vistas de los horizontes que vierten a esta parte de Madrona.

Las casas del fondo pertenecen, postalmente, a la Carretera de Villacastín.

 

 

 

 

El mismo punto pero orientado hacia el Sistema Central, vemos la Mujer Muerta con leve manto de nieve.

En este punto, donde está la zarza central, se vivió el siguiente episodio, cuyos protagonistas aún pueden testimoniarlo.

Hacia 1950, aprox., los vecinos de Madrona asistieron casi atónitos al espectáculo que ofrecía un enorme socavón que se había producido como por arte de magia ya que no hubo ningún tipo de intervención humana.

Se trataba de un gran hundimiento por fallo de su bóveda, que dejó al descubierto una gran oquedad y que confirmó lo que todos en Madrona sabemos aunque no veamos: que La Lastra toda, que se inicia aquí, se sustenta sobre cuevas enormes y galerías por las que discurren corrientes de aguas subálveas.

En el Camino de La Lastra, de jóvenes, lanzábamos piedras contra las lajas de caliza que asoman, sólo para escuchar el sonido a hueco, y casi con eco, que se producía en el choque.

Permaneció un tiempo el gran hueco hasta que un día Filillo (Filiberto García Sacristán), jugando con los de su panda, se cayó a esta cavidad hasta tocar fondo, con el resultado de roturas en ambas piernas.

Para evitar estos peligros y otros daños que podrían ser peores, se decidió taponarlo con áridos (cenagarlo decimos aquí).

Y desde entonces no se ha producido ningún otro desprendimiento.

Estos espacios se utilizaron desde tiempo inmemorial como lo que siempre fueron: eras.

Al fondo, la casa de Jose Bravo Rincón, que veremos en Camino del Simarrón.

 

 

 

 

Parcial de la finca de Antonio Tanarro y María Aparicio.

Esta familia, muy apreciada en Madrona, fue la primera colonizadora del campo de Madrona.

A todos nos pareció curioso que se asentaran "tan lejos" del centro del pueblo, en pleno campo, con lo duro que era el campo...

Pero su voluntad fue muy firme y aquí se quedaron. Empezaron con este edifico que vemos desde el Camino del Simarrón y ahora disfrutan de otros a lo largo de toda la finca... y van teniendo más vecinos, aunque corre bien el aire todavía.

 

 

 

 

Al poco de dejar la finca anterior, ya tenemos esta vista tan complaciente y majestuosa, si bien la conolonización que experimenta no está a la altura del entorno que la acoge: uralitas, cabañas... (mochufismo).

En la margen izquierda de este camino, se estuvieron volcando los excedentes de la fábrica Terrazos Madrona, para rellenar los espacios que vació la expltación de la antigua gravera.

No resultaron nocivos, que sepamos, para la salud humana, pero su composición no era apta para los vegetales, por lo que se mantuvo toda una ladera blanca, sin crecer nada, durante muchas décadas.

Ahora, pasado en parte el efecto químico que lo impedía, vuelven a crecer algunas clases de plantas y poco a poco se va recubriendo y regenerando.

 

 

 

Ex Gravera de Serviliano Sonlleva

y

Ex vertedero de residuos de Terrazos Madrona

 

Muchos quebrantos ha recibido y recibe aún, este pobre cauce del Río Frío.

Los vertidos anteriores venían a rellenar el enorme hueco que la explotación de la gravera de Serviliano Sonlleva produjo a lo largo de toda esta ribera del río, con la extracción continuada de áridos.

Podemos decir sin temor a errar que una gran parte de los edificios de Segovia construidos en las décadas de los 50 y 60 contienen gravas y arenas de Madrona.

El hueco se ha llenado en parte, pero aun admite más relleno, con el que se recuperaría también una gran superficie el prado original que existió durante siglos.

Vemos que los espinos y las zarzas se aprovechan de la falta de competencia.

Son los únicos que medran con este suelo.

A la izquierda todavía se aprecia el residuo blanco y asesino de plantas, que aún permanece incólume ante el paso del tiempo, procedente de los los pulidos de baldosas de la fábrica de terrazos.

No sabemos qué composición química tienen estos vertidos, pero sí que la vegetación los rehúye o es incompatibles con ellos.

 

 


 

Puerta de Madrona

 

Puerta de Madrona del gran Bosque de Riofrío.

Todo en este recinto es sólido, potente, duradero, inmune casi al paso del tiempo.

Aunque lo han quitado, no ha desparecido de la memoria: tuvo esta puerta el letrero más bonito que jamás haya visto, realizado en una tabla de madera labrada, y con una leyenda sencilla pero desbordante de sugerencias y belleza:

 

Abierto de sol a sol

 

Y tuvo asimismo sus guardas equipados con traje de pana, con escarapelas y otros ornamentos en rojo, con su escopeta y su sombrero.

Eran guardas del Patrimonio Nacional.

Los últimos de esta puerta fueron Martín y su amable, bella y sonriente esposa, Beatriz. Muy amigos, ambos, de mis padres.

Pero Martín ascendió y se fueron, creo, a la Puerta de Hontoria que siempre ha tenido más importancia por su ajetreo.

Después vino Bernabé, padre de Gaspar y de Florencia, entre otros hermanos.

Fue una familia muy apreciada e integrada en Madrona, que se tuvo que marchar porque cerraron definitivamente esta puerta.

Ningún descendiente se quedó en el pueblo.

 



 

Esta vivienda sustituyó a la originaria de la Farnesio del S. XVII.

Pero nunca fue ocupada por guardas.

El derribo de las originales fue subastado y fue mi padre quien se quedó con la subasta, creo que por cien pesetas, aunque, eso sí es seguro, tuvo que pagar el doble de lo que le costó en pólizas para el papeleo.

De estas casas extrajo enormes cantidades de tablas, cabrios, clavos, hierros, tejas, maderas y objetos variados (de la Farnesio, decía él) ... que luego fue vendiendo en unos tiempos en los que este tipo de compraventas o trueques eran posibles y frecuentes.

En este lugar acampó el equipo de Félix Rodríguez de la Fuente, aunque éste ya fallecido, que rodó la serie documental de la naturaleza, Silencio Roto.

En entre los miembros de este equipo se encontraba el amaestrador de lobos, cuyo nombre no recuerdo, y Joaquín Araujo, de los que publiqué un reportaje en El Adelantado.


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